Elige y vive: la vida es un juego de espejos

Es duro aceptarlo. Pero la hija mayor de mi novia tiene por lo general mejor olfato que yo para las pelis, cuando decide no seguir su gusto adolescente por las festines de asesinos en serie, sangre, apariciones fantasmales, y más sangre. El otro día, volvió a sacarme ventaja y a poner en mis manos -y luego ante mis ojos- una de las mejores películas que he visto en los últimos tiempos. Al final, no tuve más que aceptar dignamente mi nueva derrota en el plano fílmico (que viene a sumarse a las relacionadas con la música, los video juegos, esta cosa de los blogs, flogs y booker,programas de TV, etc, etc.) y reconocer sus méritos. Es decir, apenas empezaron a aparecer los títulos de The End, exclamé con satisfacción a las mujeres de mi vida: "ahora voy a recomendar a otros esta peli que hoy escogí para ustedes y tanto los gustó". Se indignan, me dan con un caño... pero ya me conocen. "Un hombre puede ser derrotado, pero jamás vencido" creo que decía el viejo Hemingway.

Polémicas e injurias domésticas aparte, digamos que el bendito film que impulsa estas líneas se llama The Life Before Her Eyes (La vida frente a sus ojos) y está protagonizada por Uma Thurman (la bella rubia de los dedos más largos) y Evan Rachel Wood (otra rubia, más joven, también muy hermosa). Está dirigida por Vadim Perelman y producida por Magnolia Pictures. El argumento que podemos encontrar en algunas páginas de la Red o en la sinopsis de las cajita no resulta muy esclarecedor ni tampoco tiene demasiado gancho: "Uma Thurman es una esposa y madre de los suburbios que comienza a cuestionarse su -aparentemente feliz- vida con ocasión del 15 aniversario de un trágico tiroteo, sucedido en el instituto donde ella estudiaba, y que le costó la vida a su mejor amiga", nos cuentan. Pero han dicho muy poco; casi nada de las múltiples tramas y enfoques que van por debajo de la superficie, hasta que la resquebrajan y terminan por imponerse.

Creo que el tema gira entorno a una pregunta que nos hacemos de continuo al hacer un balance sobre las decisiones que más pesan en nuestra existencia: ¿Qué hubiera sido si...? ¿Cómo hubiera sido mi vida si...? Dicho así suena acaso muy trivial. El logro de la película está en presentar la cuestión sin revelarlo de una, en plantearlo con la correspondiente incertidumbre, el remezón, no desde la lógica, sino -principalmente- desde el punto de vista emocional, conciencia y corazón anudados.

Un cambio importante en lo que rodea ese cuestionamiento es que no parte (como uno se da cuenta en el desarrollo del film) de una situación reflexiva tranqui. Es que aquí la protagonista enfrenta una circunstancia límite: ¿y si alguien te diera a elegir entre tu vida y la de otro, acaso tu mejor amigo, apuntandote a la cabeza con un arma? ¿Cuál sería tu elección, en que te basarías, podría más tu instinto de sobrevivencia, tus cálculos, o tu corazón? Elección, esa es la palabra clave, llevada a un extremo.

La película cuenta, además, con imágenes muy bellas y con detalles contundentes en medio de un ritmo pausado, acompañadas de muy buena música a tono. La actuación de Truman es convincente, elogiable.

Hay que verla. Mucha gente queda confudida al final... Eso, en lugar de restarle algo, es positivo. Porque la película supo mantener la expectativa hasta el final, lo suficientemente despiertas nuestras emociones y nuestra mente durante esos 90 minutos como para todavía preguntar y analizar el sugerente juego entre el flashback (analepsis) y flashforward (prolepsis) que sostiene la historia, tan parecido a la forma como suelen darse las cosas en nuestro sentir y pensar, y hasta en nuestros sueños, tan parecido al juego de espejos, esos intensos reflejos entre dos nadas, el fulgor precipitado en el vacío que bien puede definir a la vida misma.

Un suspenso muy bien logrado, un drama agudo engarzado con momentos de una placidez y hermosura absolutas. Una historia compleja, porque complejo es el tema que se propone, con giros oportunos y un desenlance que ofrece respuestas, pero también plantea interrogantes. Para seguir pensando.

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