Florecimiento de la pobreza

Día de pago en el Parque Industrial de la ciudad. Lo sé porque de pronto al supermercado ubicado en esa zona, al que yo acudo sólo de paso (sólo de paso se está volviendo una modalidad cada vez más extendida entre los pobladores por estos días, ciertas costumbres se pierden inexorablemente con la crisis), le surgieron largas filas de personas en los pasillos por lo general sin demasiada concurrencia. Los rostros morenos, cuarteados por el tiempo, el sol, los vientos, el dolor y la carencia se siguen unos a otros despejados y sonrientes, como una enredadera que entre espinas y hojas rugosas desde el tallo reseco ofrece la luminosidad invencible y peregrina del florecimiento.

El florecimiento silvestre de la pobreza, a kilómetros de los manuales de economía con su equiparación a la prosperidad financiera. Si tuviera que tener un color sería el blanco. Un aroma, el de la lluvia. Una voz, el moroso silencio entre la expectación y la ceniza. Florecimiento en el sacrificio y el cansancio del trabajador.

Afuera hace frío. Adentro hace frío también. Con sus luces artificiales; con sus torres de latas y sus muros de botellas; con sus mostradores cascada de lácteos, carnes, confituras y verduras; con sus agregados de perfumes, prendas y loza; y sus aburridos empleados de parsimonia repetida en uniforme, quizás el supermercado se parezca esta noche aún más a una caja de zapatos de un número mucho más grande. Y es que la hilera sonriente de cuerpos delgados y ropas húmedas por el invierno se apretuja entre los canastos de exiguos productos consciente de no poder recorrerlo ni abarcarlo todo.

Apenas hay un carrito o dos no muy llenos y los clientes pasan rápido por las cajas, haciéndose bromas entre ellos, apelando a la tarjeta de crédito, al ticket, a la tarjeta social en la que este mes desde el gobierno se anuncian 107 pesos para las familias de cuatro miembros, 135 para las de cinco (¿Algo así como 27 pesos por mes por cada uno? ¿Casi un peso por día para salvaguardar el derecho a alimentarse del niño, el adulto, el anciano? No sé, acaso estoy equivocado, y ojalá así sea y el ministro - candidato orgulloso del anuncio con razón pueda decir que esto es una conclusión absurda, una estupidez ofensiva e indignante que demuestra un desconocimiento absoluto de la realidad. Ojalá). Mientras, los menos desdoblan el billete que ganaron en las largas jornadas en los talleres de las fábricas, donde ya desaparecieron varios compañeros. Los despidos, suspensiones y cierres empujaron a muchos a la intemperie de salir a buscar changas, conformarse con el subsidio o permanecer en casa. Estos que hoy hacen fila en el supermercado tienen suerte. Son hombres y mujeres abrigados por la dignidad de un salario.

Así florece la pobreza. Para dentro, en el frío y la sonrisa. En la humedad interna que enfrenta a la sequía externa, que hace flexible al carente frente a la dureza aplastante. No en el sentido del cálculo o el prónostico, cualquiera sea. Sino en la negación del vacío, de la desesperanza, del desamparo. Una y otra vez. Límpida, silenciosa, imposible de cortar, urgente. Así florece la pobreza, así transita. Más que como flor, como destello de una raíz añeja que busca su destino en la profundidad.


Pinturas: Raíces - Autor desconocido - Fuente: Internet

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