Vueltas del sueño, sueños sin vuelta

"Nada termina sin romperse, porque todo es sin fin" (Antonio Porchia)

Vengo desde la profundidad del sueño sin saber de donde, sólo que a veces traigo las ganas suficientes y otras una tristeza que me explico irremediablemente pensándote, mirándome extraviado sin vos. Como si de pronto me hubiera recostado entre las rutinas compartidas, guardado la corbata y la camisa, dejado el plato y desprendido del cansancio, del ruido, de la desazón y las palabras apretando mi cuerpo a tu cuerpo en la cama; y viendo el vislumbre en tus ojos abiertos a medias encontrándome y la sonrisa de bienvenida como un parabrisas que todo lo limpia, me hubiera dormido abrazándote, llegado a la estrechez que hacía insignificantes los ángulos que arrinconan mi vida.

Y de pronto, la vuelta al mundo, no sé porque soplo, porque voz que me llama, porque minuto que pasa con un chasquido más alto que los otros, igual que los motores en la calle, porque intromisión de la vida de los demás que no puede sencillamente ignorarme, porque vuelta en el colchón, vengo a parar de nuevo en este cuarto solo, en esta cama que ocupo a medias, en este silencio que espera gestos, palabras e ideas que no tengo, en las que no creo, que me cansan.

Perplejo. Ni siquiera el recuerdo de lo soñado atraviesa intacto la negra pared de vacío que lo separa de la vigilia. Llega convertido en lamento, en ceniza, en frases sueltas y en punta como espinas, en llanto ahogado. O a veces ni eso queda. Sólo sombra hacia atrás, nada irreversible.

Quieto o en frenesí me parezco tanto al escabarajo que desde la noche viene a caer atontado sobre el teclado en el que escribo, atraído por la engañosa luz de la pantalla en la que hablo. Reconociendo los límites de este destino tramposo e inasible, como él mi esperanza retrae los inútiles ganchos de sus patas, cierro capa sobre capa mi coraza, mi mirada se vuelve indetectable, me someto a quedar aplastado, andar a los choques, o a que en un golpe de suerte la misma desorientación de mi vuelo pobre me arroje otra vez a la oscuridad del sueño. Aglomerado, expuesto, estremecido, a la espera.

Y pienso en vos, con ganas suficientes o sin ganas, pienso en vos desprendiendo de un mazo de razones las cartas necesarias para no salir perdiendo en este juego solitario. Para conservar la valentía que haga falta. Para darle forma a lo inexplicable sin tener que ir a hablarte, al menos mirar tu cara. Para asumir lo que provenga del amor que nos unió, sin mutilaciones. No sé si fuerzas para seguir viviendo, creo que sólo el derecho a un pedazo de historia, la historia de mi risa y de mis dolores, de mis manos llenas y vacías, de los caminos por los que me fui y de los caminos por los que regresé, de los rostros que besé y de los que me besaron, de la vida que ya no está conmigo.

De todos modos, entiendo más cuando al despertarme se cierra de inmediato la puerta del sueño a mis espaldas, sin dejarme un resto; entiendo más cuando con un esfuerzo sólo consigo penetrar hasta la mudez absoluta de una estancia desierta y en penumbras, sin el rastro intuido o buscado. Cuando ni rosas ni amatistas pasan de uno a otro lado. Entiendo porque entonces, de lo contrario, la desesperación de lograr asirse y develar la trampa sería insoportable.


Fotografía: autor desconocido - Fuente: Internet

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