
Entre la aridez y las carencias, el cerco endeble ante la hostilidad circundante, la rubia se las arregla para arrastrarme de los libros y la computadora sin tiempo a los atardeceres de riego y barro, búsqueda de brotes y promesas en las manos.
Atardecer en el arduo milagro, agreste, sin magias, frágil y manchado en el que hemos quedado atrapados como en un renacimiento permanente. Entre el celeste y el verde, el verde. Tu verde, el que existe porque existes, porque no me faltas.
La soledad aerodinámica en conjunto, los álbumes del autoconvencimiento y la reafirmación, el ágil sopor y la fiebre del uso -rutilantes spots- no tienen la fuerza, el peso y el conjuro de los brazos abiertos a la vida. Y la vida aparece, si te apareces. Y el milagro se muestra si vamos juntos de la mano.
Sin sistema.
Pintura: autor desconocido - Fuente: Internet
No hay comentarios:
Publicar un comentario