Pasaje

"No rompas la suerte", decías, tirando de mi mano en el momento justo en el que el tronco de un árbol, un cartel, un poste de luz, un semáforo, amenazaban con separarnos. Evité desde entonces divisiones callejeras y aún andando solo siempre elegí el lado más ancho de la vereda. Me percaté así que por lo general entre el poste, la columna o el árbol y el cordón que daba a la calle, u otro árbol, otro poste o cartel, quedaba un misterioso intersticio, ése por el que no se debía pasar dejando al otro o intentar pasar los dos juntos al mismo tiempo (cosa que nunca probamos y creo que una vez propuse, pero reíste y me miraste como a un tonto).

Nunca hacen falta demasiados motivos para el salto de mi imaginación superticiosa y debido a tu obstinación y tus muchas advertencias, conjeturé -acaso de más- que se trataba de una especie de pasadizo, umbral, puerta prohibida y secreta; entradas sembradas por ciudades y campos, multiplicadas en los lugares menos pensados, aislados o concurridos, allí donde hubiera un camino; y que uno podía arriesgarse a atravesar, a veces hasta lo hacía sin darse cuenta, y aunque en apariencia nada cambiaba, en el momento de salir del otro lado, en un segundo, todo había cambiado. Como ocurriría tal vez si se hiciera realidad la fábula y pudiéramos traspasar los espejos.

(Lo cierto: te gustaban, en oposición, los árboles entrelazados; me gustaba, condena y condición, exagerar, y que te gustaran los árboles entrelazados)

"No rompas la suerte", me decías, y yo alegre te obedecía, con el orgullo de que quisieras quedarte de este lado, conmigo, y que esa suerte fuera nuestra suerte de estar juntos. "No rompas la suerte"... y ahora que nuestra conjunta suerte está rota, como si no me importara, paso de lado a lado entre árboles, carteles, columnas y semáforos, al borde de la vereda. Ágil, como si nada, solo. Hay quien pensaría que me agarró el revanchismo o se trata de un gesto idiota y liberatorio, o que todavía sigo contradiciéndote, a pesar de todo, que espero tu advertencia, el regreso del santo y seña de aquellas palabras. Sólo sé que desde que me dejaste de este lado, o me quedé por acuerdo mutuo, o decidí ser fuerte y aguantar de frente la alta ola del desamor, la soledad y el desamparo, desde que te solté la mano y se alejaron nuestra osadía y nuestras risas, desde que soy un pedazo, lo que resta, el neumático dañado contra la pared sola, cruzo los portales, los ocultos umbrales diseminados por las calles, hambriento, urgido, loco, porque mi suerte cambie; por saltar através del espejo y volver a ser entero, sin memoria de nuestra historia rota.


Dibujo: autor desconocido - Fuente: Internet

2 comentarios:

  1. Hola, Flaco! Todavia no termino de leer lo que pusiste enm tu blog. De a ratos entro y pispeo. Esta muy bueno! Hay dos libros de Sandor Marai que me enviaron por boletin de Rayuela, caritos pero parece que sta pegndo fuerte: La hermana; La extraña y El último encuentro. Bue... me voy a a seguir con la papiroflexia antes de que use los papeles para prender fuego grandeeeeeee a todo.

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  2. Hola, hermanita: gracias por darte una vuelta por aquí, dejando un rato tus estudios y los consuelos de la papiroflexia: es un buen uso del papel, al fin de cuentas, unos les metemos palabras, otros los doblan de un lado y otro, todos evitamos un gran siniestro, ardemos de otro modo. Voy a empezar a investigar a Marai... Te doy un abrazo. Cuidate mucho.

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