La lira contra la roca

Se me cansó la risa esta mañana. Poco a poco la fui dejando irse como quien adquiere conciencia de que se equivocó de calle, frena de golpe, deja que todo el mundo avance, y vuelve con paso cansino, sintiéndose un tonto. Me volví buscándote. O ya no sé si buscándote sea la definición precisa, tal vez sea mejor decir buscándome, o perdiéndome de nuevo. Al final de ese camino hay un quiebre tal que se parece a un despeñadero y a veces pasa que doy vueltas rascándome el alma y la cabeza sin comprender como fue que vine a parar de este lado, que hago aquí, a quién engaño. Si es tan ancha y honda la fractura del terreno a mis espaldas, quién soy en esta superficie en donde no se te encuentra el rastro pero donde estoy, respiro, espero, intento construir de nuevo desde los ojos cargados de derrumbe.

Son los otros los que te traen a veces. Te nombran sin nombrarte sólo señalándome la ausencia que disfrazo. Sólo haciendo a un lado mi palabrerío para ver emerger tu rostro familiar que yo niego tres veces por razones de buena salud, optimismo y compostura. Porque no me gane de nuevo la tristeza. Por no sentirme más perdedor de lo necesario. Por querer soñar de nuevo. Pero ahí está tu recuerdo, en secreto lo levanto en brazos; en secreto le pido que todavía me reconozca; que sea mi pozo de agua en el desierto.

¿Te acordás cuando discutíamos y nos alejábamos por unos días, entonces aparecías por el trabajo o arreglábamos un encuentro en nuestro café frente a la plaza, y yo no tenía forma de disimular mis labios secos por la falta de tu beso, mi voz apagada de estar sin ser gesto para tocarte el hombro o acariciarte la mejilla? Bastaba ver como te acercabas para comenzar a sonreírme sin remedio. Y lo curabas todo en un instante. Y me dejabas un día nuevo con un gran moño entre las manos. Y yo volvía a mi escritorio o revolvía lentamente mi cortado, ahora sintiéndome invencible y pacífico de saber que esa noche, una vez más, respiraría pegado a la interminable llanura de incienso de tu espalda.

Ahora ya no te encuentro, ni siquiera soy capaz de recrearte en mi cama. Antes te buscaba entre los libros y las ropas que reemplazaron el espacio en el costado que te pertenecía y mi deseo conservaba el poder de arrancar tu claridad del inframundo del olvido al que se va por esa grieta entre el pasado y el presente. Antes conjuraba todos los extremos en punta con sólo invocar la curva de tus caderas dejándose descubrir entre la penumbra y el raso. Antes me abrigaba con la imagen intratable de tu camisón de invierno y tu sonrisa pícara al repartir el chocolate. Antes... palabra que el dios-demonio que habita estos lugares me pidió que no dejara de repetir hasta la salida porque quizás así podría una que otra noche resucitarte. A esa. La que era conmigo. La de antes. Pero me pasó sentir también así que había equivocado la calle. Me frené de golpe. Dejé que todos los fantasmas pasaran de largo por mi lado. Me volví a mirarte y se deslizó frente a tu recuerdo mi dolor como una roca que se desprende desde el mismo centro y no cabe adentro. No ahorré lágrimas ni maldiciones. Te dije adiós con un beso invencible y pacífico mientras la oscuridad volvía a absorberte. Retorné a la sequedad de este lecho sólo para exhalar un ahora que aunque perdiéndose en el vacío me parece más justo y entero.

Se me cansó la risa esta mañana. Y en el gris recinto, que se volvió silencioso de pronto y sin nadie, fui otra vez entre el precipicio y la ruta adelante. Me volví buscándote, buscándome; avance perdiéndote, perdiéndome. Hasta que caí en que ya nada hay de eso. Nada. Sólo puertas cerradas. Sólo el manchón verde que de vez en cuando se abre paso a un costado de las paredes, el sonido del arroyo entre las piedras por encima del tumulto de tanta gente, la luz filtrándose entre las hojas de un árbol resistente y grande que desplaza al demandante mundo de teclados y pantallas.Sólo tu mirada verde, sólo tus palabras quedas, sólo tu presencia luminosa y llana que pasa fugaz a reconocerme y saludarme. A cambio, esta historia ya es una sola historia, esta calle es de ahora y para siempre la misma calle, Sísifo y Orfeo escabian a un costado y comentan. Y yo, aunque triste de risa cansada, ando y desando de este lado con una lira que aturde y aplasta, pero que cada vez que golpeo contra la roca insiste en transformarse en un día nuevo con un moño enorme entre mis manos.


Fotografía: autor desconocido - Fuente: Internet

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