"No vengas, ya me fui"

Y qué duda cabe. Cerré los ojos sobre tu última frase, fui puño llevándola hacia dentro, fui palma reteniéndola hacia fuera un instante. Tu voz estaba ahí, tu mensaje distante, y primero fue muro, más después caricia tenue, clave. Primero, negativa contra la cual estrellarme, luego advertencia ante la cual inclinarme.

Ya no estás. Nada más importa. Nada más puede decirme ni explicarme nada. Nada tengo que buscar en el malentendido disfrazado de encuentro de una desconocida frente a un desconocido de rostro borroso y obstáculo. Ni el sobresalto, ni la amargura, tampoco el desprecio, nos pertenecen. Rehúso la hoja afilada del odio, y creo que también la dejarías a un lado.

Una sola cosa: que esta sombra cobarde, antes agazapada o lejos, que avanza ahora sobre nuestro mundo, que ocupará nuestras cosas y lugares, que se asentará sobre el espacio y el tiempo compartido absorbiendo cálidos vestigios; esta mentira piadosa que finalmente no nos absorberá, no nos ocupará, sepa también que ya no estás, que te fuiste, que no puede rastrearte, ni dominarnos.

Para que se haga el vacío sobre el sinsentido de la ausencia, yo no iré, ahogaré en un puño el deseo de llamarte por el nombre capaz de recrearte entre el día y la noche. En silencio, seré además palma que en la brisa deje tu mirada diáfana, el país de tu espalda, la esperanza cifrada en tu sonrisa definitiva, tu cicatriz, tus lágrimas, tu voz pronunciando muy quedo mi nombre para que despierte y venga desde la oscuridad y el olvido a reencontrarte.


Foto: Javier Martínez - Valle Hermoso (Córdoba)

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