Miradas

"Todos necesitamos que alguien nos mire. Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir.

La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. (El cantante, la actriz, el redactor necesitan) ...la mirada de los desconocidos.

La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría, quienes, cuando pierden a su público, tienen la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz. A casi todos ellos les sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas.

Luego está la tercera categoría, los que necesitan la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerrarán los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad.

Y, finalmente, hay una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores".


(Milan Kundera. La insoportable levedad del ser)

Todos necesitamos que alquien nos mire... Pero si bien puede predominar una u otra mirada, también es cierto que todos pasamos a lo largo de la vida, o de un instante, por las cuatro categorías de necesidad, y, a veces, por dos o más al mismo tiempo. Como siempre, somos más complejos que cualquier intento clasificatorio. Y hasta podríamos agregar otros grupos que Kundera pasa por alto o no deja bien explícitos: los que precisan de la mirada de sí mismos (acaso otra forma de soñadores, que se desdoblan, o el mito de Narciso), los que encontraron la presencia y se alimentan de la mirada de Dios (aunque como sostienen algunos filósofos: acaso es la necesidad de que mi mirada no caiga en el desamparo y el vacío lo que funda la mirada divina, algo así como un sueño dentro de otro).

En definitiva, pocas cosas parecen tan insondables como la mirada. La cual define nada menos que nuestro estar en el mundo. Por ejemplo, Sartre tenía una visión "poco amable", podríamos decir, de la mirada del otro. Según él, ésta, al mismo tiempo que me descubre y da sentido en relación con el entorno (me hace consciente de mí mismo), provoca en mí tres reacciones principales: miedo, vergüenza y orgullo. Como me cosifica, me juzga e interviene en mi libertad, entonces llega a decir: "el infierno son los otros". "Todo ocurre como si, para todo hombre, toda la humanidad tuviera los ojos fijos en lo que hace" o "la esencia de la relación entre las conciencias es el conflicto". Y en un pasaje todavía más claro de "Los caminos de la libertad":

"Transformo para mí la frase imbécil y criminal del profeta de ustedes, ese “Pienso, luego Existo”, que tanto me hizo sufrir, pues mientras más pensaba, menos me parecía ser y digo: “Me ven, luego soy”. Ya no tengo que soportar la responsabilidad de mi transcurrir pastoso… Vuelvo hacia la noche y hacia mi faz nocturna y eterna, me erijo como un desafío, y digo a Dios: “Aquí estoy, tal y como Tú me ves, tal como Soy… ¿Qué puedo hacer sino soportarme?… Y Tú, cuya mirada me crea eternamente, sopórtame”… Soy finito e infinitamente culpable. Pero yo soy. Ante Dios y ante los hombres, Soy. Ecce homo.”


Fotografía: autor desconocido - Fuente: Internet

No hay comentarios:

Publicar un comentario