Retazo de lo grande y lo pequeño

"El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura busca por sí mismo, agota en sí todos los venenos, para no quedarse sino con sus quintaesencias. Inefable tortura en la que necesita de toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana, por la que se convierte entre todos en el enfermo grave, el gran criminal, el gran maldito - ¡y el supremo Sabio!-. ¡Porque alcanza lo desconocido! ¡Porque se ha cultivado el alma, ya rica, más que ningún otro! Alcanza lo desconocido y, aunque enloquecido, acabara perdiendo la inteligencia de sus visiones, ¡no dejaría de haberlas visto! Que reviente saltando hacia cosas inauditas o innombrables: ya vendrán otros horribles trabajadores; empezarán en los horizontes en que el otro se haya desplomado." Arthur Rimbaud - Carta a P. Demeny, 1871 (fragmento).

Módico desarreglo de todos los sentidos por estos días: pizza y Coca Cola en la cama, escritura a altas horas de la noche y tambaleos en el horario del trabajo, poesía y ronquidos en el colectivo, dos analgésicos -uno por la mañana, otro por la tarde-, desparramo de libros y lecturas salteadas e imparables, caminatas y compras compulsivas, insomnio y silencios prolongados, excesos de escritura arrinconados, pérdida del apetito y la voz durante el día, sed de un encuentro que nunca se produce, o se produce mal, o gotea sombra y silencio por todos lados. ¡Rimbaud, te hubieras cagado de risa!

De pronto el mundo se hace amplio, distractivo y ajeno, de pronto se acorta, se concentra y se vuelve íntimo. La soledad es un centro y a su alrededor giran el deseo y la fatiga. La búsqueda y el vacío. El cuerpo que no se pierde. La llama que no se apaga. Y el extravío del sentido que deriva en un sin sentido de todos los sentidos, propensos a desarreglarse.

Pero hasta el vicio mira con recelo y la locura se hace la distraída. La tentación pasa de largo, en el fondo nos reconoce, pero nos desprecia, o decide vestirse de blanco y no perturbarnos. Aunque le abramos los brazos y le pidamos con la mirada que nos lleve puestos. Simplemente, hará un paso al costado y pasando los brazos alrededor de nuestra cintura sin tocarnos, nos eludirá sin más explicaciones.

Sin embargo, quién mide las profundidades de un hombre. Quién mete realmente el dedo en la llaga. Quién adivina sus trazos. Quién arde en su fuego. Si hasta el gesto más pequeño se vuelve insondable en el puño del dolor, en la onda esplendente de la alegría, en el grito a la cara del odio o en la roja cabellera del amor. Si al final de todo hay un interrogante y todo siempre es un principio. Si en el sólo hecho de llevarse las manos a los bolsillos o elegir traspasar ESA puerta ESTA noche hay tanto, puede haber tanto, como en un viaje abordo de un cohete o del desvarío, como en una batalla terrible o un cinturón lleno de oro. Sueño sin retorno. Al final, sólo estará Rimbaud postrado en su cama para susurrar: "¡Ya no sé hablar!".

No me fueron dados ni el cigarro, ni el johnny walker, ni los burdeles, ni los contactos, ni las pastillas, ni la inercia de la costumbre, la vaporización masiva, o la contundencia aislada del delirio. Ni una meticulosa y terrenal manía, ni la ascensión espiritual. Me fueron dadas las palabras. Quebradizos puentes hacia el otro.

No tengo en mis bolsillos los grandes actos, el heroísmo, ni un paracaídas, ni un contrataque sorpresivo. Tampoco la suficiente resignación, ni la dosis justa de olvido. En cambio, me fue dada la mirada afilada en dirección al encuentro. El ardor incipiente. La amplitud en un giro completo del ideal inserto en el necesario entendimiento y compromiso.

Pintura: autor desconocido - Fuente: Internet

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