Me voy, me fui

Que yo recuerde, nunca pensé que escribiría esto, pero ando con ganas de patear la melancolía a la mierda. Me anda siguiendo con su vestidito negro (tiene lindas piernas, no vamos a negarlo), con su carita pálida y dulce, retorciéndose las manitos tímidamente, con un changuito de supermercado atrás cargado de temas convertidos en palabras listas para usar. No me convence. Hace unas semanas que hago como que la escucho, pero en realidad no la escucho; y le solté la mano para caminar por las calles; y no la invité más a mi cama por las noches para que me cubra el pecho con su cabello negro recién planchado.

Ahí está, me mira desde los rincones, mientras me como una pizza enorme de esas que son como una torta de muzarella y veo una película, o me preparo para salir después de tanto tiempo y dejo el pantalón de vestir a rayas y descubro que había tenido unos jeans, o se me da por recortarme la barba reduciendo las posibilidades que me detengan al confundirme con un terrorista árabe, o compro unas macetas que acaso nunca contendrán nada y unas cortinas color verde manzana que no pegan ni jamás pegarán con nada. (Ojo, que no se confunda optimismo con cambio de bando, aunque ya es demasiado tarde y se va a confundir igual). Se hace la tierna y compungida -sube y baja las pestañitas-, pero sé que por dentro se muere de rabia y promete: "ya vas a volver, guacho, y a todas juntas me las vas a pagar"."Y encima, puto". Eh, no.

Y no te digo que nunca vaya a volver, Melanco. Nos conocemos hace tanto, hemos andando trechos y trechos juntos, nos hemos dormido miles de noches abrazados (tenés un aroma azul intenso que te hace -a pesar de tus pies huidizos y fríos- muy concreta), te encontré muchas veces reflejada en el oscuro café de las mañanas y en esas ganas que le agarran al vecino de quemar hojas secas a las siete de la tarde, más de una vez me protegiste y me tiraste un escudo, o me hundiste a tiempo en un agujero de bruma y silencio, o interpusiste una nunca más oportuna jornada de lluvia. Así que no sería raro que un día de estos esté de vuelta, y deje que hagas a mi alrededor un remolino sombrío con tus reproches que se lleve al diablo la risa y la pizza enorme; que vuelva a tenerte sobre mí al doblar, acostado y solo, las piernas; que otra vez me dejes húmedas las camisas y me planches al medio los pantalones. Que de nuevo llenemos juntos las alacenas de la rutina con todas esas palabras que no sé de donde sacás y que tanto sirven de alimento como de adorno. Que vuelvas a enamorarme con esos ojos profundos, brillantes de verdades.

Pero ahora, me tenes harto, y disculpame.

No quiero escuchar tu voz pausada y penetrante. No me interesan tus razonamientos, y no te discuto que sos ingeniosa y que sabes como despertarme la curiosidad. A ver, a quién me vas a citar, qué concepto nuevo vas a sacar a pasear, cuál es el esquemita lúcido de turno. No me afecta, más que no afectarme, no me atrae y punto. Guardátelo y gracias. ¿Te jode que escuche esta música, que haga un bailecito en este recinto de sabiduría y souvenirs, frente a tantos recuerdos y polvo? Y bueh, es lo que hay. Me cansé de las arias y los violines. Hoy no me apetece ninguna marcha fúnebre.

Me reclamas coherencia y mira que estoy a punto de hacer desaparecer todos esos archivos rugosos y resecos de tanta huella triste y trémula. Así que no molestes. Yo también tengo otra historia que contarte. ¡Qué me importa que mi sonrisa sea menos literaria! ¿No te das cuenta que es el origen? ¿Que sin ella ni vos existirías y te limitarías a ser de una chatura extrema... cómo decirte... no tendrías esas tetas? No serías tan bonita, deseable, voluptuosa y astuta, a veces. Risueña. Porque vos también te reís y haces que me ría de mí mismo, y por eso te quiero. Tonta.

A eso le debes tu densidad y no ser sólo una mancha gris en las paredes. Te encarnaste no por un largo rosario de lágrimas, sino por esa serie de días jubilosos sin igual. ¿Podés entenderme? Esta alegría de la que desconfías y a la que minimizas por superficial, es más honda que vos misma, te contiene, tanto que vos sos sólo un fruto más, otra de sus caras. Dale, si vos nunca fuiste amarga y eso te hizo diferente a todas e incomprensible para los que no saben mirarnos de cerca el alma. Yo te entiendo y sé que nunca vas a estar completamente de acuerdo. No serías vos, de otro modo. Y te agradezco las atenciones y preocupaciones. Pero entendeme vos. Te tengo que mandar de paseo, te tengo que dejar.

Y ahí se queda la pobre, mientras contesto ese mensaje con una invitación pendiente, mientras decido que el momento que no era es en realidad este momento, mientras lo que tanto me preocupaba de pronto ya no me preocupa más. Me voy, señores libros, últimamente me andan todos durmiendo. Me doy el gusto de colgarme el japa mala, pero la postura del loto te la debo. Abandono este bunker cargado de tedio y no me miren como un traidor, pero nunca serví para quedarme seguro y quieto. Lo dicho, en otro tiempo, aunque parezca increíble, el más divertido del grupo era yo.

Ahora, tal vez no salga todo como planeo y termine siendo este un shock de entusiasmo sin fundamento. Y será entusiasmo sin fundamento, nomás, nada que hacerle. No necesito garantías y desafío todos los certificados que avalan el pesimismo más experto. Te desafío pájaro de mal agüero, escalera sobre la calle, préstamo amigo que nunca acreditas a tiempo, calvicie incipiente, vieja que barres la basurita en la vereda justo cuando paso, gato negro, gato blanco, gato-gato, cana que me saliste en el pecho, actron 600, orden y contraorden por contrato laboral, tanga color verde guerra, soledades y ruinas circulares, victimización en pantuflas, maldita forma de nunca poder entendernos, pavo real freudiano que me picoteas, legajo de miserias y derrotas, estrenos con un 13 en la frente y en material no reciclable, puteada de última despedida, balance desbalanceado, disco nuevo fallado, espejo y corazón partido, pescado podrido, mal de ojo y de enojo, billetera en rojo y no va más.

A ver, muñeca, si te cambias el vestido negro y haces con las cortinas una versión de Nueve Semanas y Media. En una maceta plantas al pasado. En la otra pones de lleno el futuro. Y lo que salga; lo demás, que se pierda. Entonces tal vez sí, esta madrugada cuando vuelva, mi inseparable melancolía, te encajo uno de esos besos que te vas a acordar toda la vida.


Fotografía: autor desconocido - Fuente: Internet

No hay comentarios:

Publicar un comentario