La giganta y el poeta

Hubiera sido interesante ponerle un poco de suspenso a esta entrada y conseguir aquella parte del film Godzilla (1998) en el que un anciano pescador oriental, desde la cama de un hospital y a la luz de una vela, temblorosa como él mismo, el rostro desencajado por el terror, pronuncia ante las cámaras el nombre terrible de la bestia que ha quebrado como una juguete su barca en el mar; se atrave a decirlo con un susurro como quien teme que al nombrarlo definitivamente se instale en la cotidianeidad del mundo la oscura existencia de un ser fantástico y destructor, casi un demonio: "Godzilla, Godzilla", dice en una lengua extraña comunicando la novedad al pragmatismo que abre grandes los ojos frente a los televisores. Los mitos han regresado. Los Gigantes de la mitología griega, nacidos de la Tierra, vuelven desde sus entrañas a hacer saltar los mármoles de la parsimoniosa vida en el celestial Olimpo y arrinconar el capricho de los dioses a fuerza de apilar montañas. A falta de ese fragmento de la película, dejo aquí uno de la llegada del temible bicho a la ciudad de Nueva York, mientras el alcalde pregona una ciudad segura.



Lejos de ser un bicho, pero sí de tener un tamaño impactante que la hace temible para muchos y una tentación para la mayoría, parecida a un carnoso volcán, Eve es una modelo californiana -de origen australiano aclaran quienes desean hacerla más exótica todavía- que mide la friolera de 2,05 metros de altura, lo que la ubica según diversas publicaciones como la modelo más alta del mundo. Para más datos, esta encarnación a partir de las 24 costillas de Adán puestas en fila, fue bautizada "Babezilla", relacionándola con la leyenda japonesa del gigantesco lagarto mutante. Las dimensiones de esta "mujerona" (oye, chico) -y quizás un poco de barba, agrega un malicioso- la hubieran conducido derecho a las noticias sobre curiosidades que pululan en Internet y reemplazan a las ferias de rarezas y circos que antaño solían llegar a pueblos y ciudades.

Pero no, no olvidemos que la chica es modelo, así que ya podrán apreciar en la foto y el video que sigue que no se limita a ser grande, sino que a esto agrega curvas extensas y rectas kilométricas, aunque en los foros se discute sobre la belleza o no de su rostro y sus hombros, afirmando, además, ciertos opinólogos locales que por las arterias del Parque Industrial y la Ruta 5, después de las 10 de la noche, la vista choca con varios ejemplares parecidos, que entre luces y sombras, velos que descubren por aquí una amazona y al instante a un Conan el bárbaro, invitan a perderse en placeres prohibidos, guerrero entre guerreros. Va video de la "Babezilla" y juzguen por ustedes mismos, que ya tienen la suficiente edad como para elegir su propia aventura:



Cuando supe de la existencia de esta mujer extraordinaria lo primero que se me vino a la mente, aunque no parezca, no fueron la iguana emergiendo del mar, ni los Gigantes abriéndose paso de la profundidades y apedreándole el ranchito a Zeus y compañia, tampoco me remonté de inmediato al submundo nocturno de la zona roja ciudadana y sus quimeras desafiando el frío, el peligro y la indigencia, insertándose con fuerza en la realidad en un juego burlón y un corte de mangas contra la hipocresía. No, lo primero fue recordar uno de los poemas más sensuales que descubrí cuando era joven, mucho más joven, y en el que me llamó tanto la atención esa fusión entre la imaginación, la lejana fantasía, y el deseo más primordial, atávico y sexual; carne y nube, deslumbrante estiramiento que define a Charles Baudelaire.

La excepcional Eve que habita hoy en territorios de la fascinación por lo insólito del mundo digital, que se abre paso ante millones de ventanas luminosas tras las cuales los mirones juzgan "very hot", "aborrecible" y la mayoría -como pasa de continuo- lo reduce todo mentalmente a una cuestión de tamaño, propio y ajeno, es un viejo sueño de Baudelaire, ese poeta francés amante de las "flores malsanas" que habitó el París bohemio y decadente de mediados de 1800. París, ciudad mítica si las hay. El primero de los escritores malditos, imaginó a la Giganta y se imaginó junto a ella, en su lasciva nebulosa, en su fetichismo concreto, en su anhelo de tregua ante la infinita agonía. La "Babezilla" de esta actualidad de flashes y tecnología es producto de su pasado anhelo en calles húmedas, barrosas, mortecinas. Así describió Baudelaire a su legendaria "Giganta":

"En los tiempos en que la Naturaleza con su poderosa inspiración
concebía a diario hijos monstruosos,
me hubiera gustado vivir junto a una joven giganta,
como un gato voluptuoso a los pies de una reina.

Me hubiera gustado ver su cuerpo florecer con su alma
y crecer libremente entre sus terribles juegos;
adivinar si su corazón albergaba una lóbrega llama
en las húmedas nieblas que flotarían en sus ojos;

recorrer a placer sus magníficas formas;
trepar por la vertiente de sus rodillas enormes,
y, a veces, en verano, cuando los soles malsanos,

cansada la hicieran tenderse en medio de los campos,
dormir a pierna suelta a la sombra de sus senos,
como una aldea apacible al pie de una montaña".


(Traducción: E. López Castellón)

Me preguntó desde que mirador habría viajado la mente del hombre atormentado que rechazaba el vicio del aburrimiento como el demonio más malvado y feo ("convertiría con gusto a la tierra en un despojo y en un bostezo se tragaría al mundo") de leer en la crónica periodística detalles acerca de la sensual Eve como este: "según cuenta el responsable de la producción fotográfica 'tuvimos que hacerle el bikini a medida, pero mereció la pena'”. ¡Ah, abismal voyeur, dejarías tu cuerpo detenido donde fuera para trasladarte a reposar en la inmensidad gozosa con todos tus sentidos! "Hipócrita lector -mi semejante- mi hermano", saludas riendo y respondes desde la primera página de tu libro.

La aparición de esta giganta actual es, al fin y al cabo, una buena excusa para recordar a uno de mis poetas favoritos, aquel que me gustó apenas lo descubrí y todavía me sigue admirando. Su lectura es un viejo placer cuya característica principal para mí no es conservar la frescura -nada más alejado del sentimiento de "spleen" que expresan sus versos-, sino el vigor permanente, la experiencia del arrebato. No la frescura que perdura, sino la inmemorial concupiscencia transpuesta en poesía.

Les dejo otro poema, esta vez: "El gato"

"Ven a mí amante pecho, hermoso gato,
escondiendo las uñas de tus patas,
deja que pueda hundirme en tus pupilas
donde el metal se funde con el ágata.

Cuando acarician con fruición mis dedos
tu cabeza y tu lomo cimbriante,
y mi mano se embriaga de placer
al palpar todo tu cuerpo eléctrico,

me imagino estar viéndola. Sus ojos,
como los tuyos, bestezuela amable,
hieren hondos y fríos, como un dardo,

y de los pies a la cabeza, un aire,
muy sutil, un perfume peligroso,
flota en torno a su cuerpo moreno".


Ahora no hay más que hacer silencio, y esperar a que una mujer felina, de ojos profundos y perfume peligroso, rasgue con el filo de su caminar ondulante el tiempo hasta llegar a esta noche, como sucedió con la giganta.

Baudelaire invita el paseo y las copas.


Fotografías y videos extraídos de Internet - Producción de imágenes de la modelo pertenece a: revista Zoo Weekly

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