
Entonces, en medio del tiroteo entre el mundo y mi pobre yo acorralado, un toque en el hombro a tiempo basta.
Para estos momentos tan especiales nada como el viaje urbano y sus pantallazos, observar a los obreros cavar pozos y levantar paredes a las cuatro de la tarde, con el sol impiadoso en plena yerra, una botella ya caliente y el sandwich de jamón y queso a medias en un costado. O encontrarse fugazmente en una vereda con el recolector de residuos corriendo junto al camión, el rostro flaco jadeante, los ojos grandes y perdidos, la gorra hundida hasta las dudas y vergüenzas del comienzo, que quedaron atrás entre el entumecimiento y el vértigo. Verlo levantar una bolsa tras otra, sin mirar a nada y a nadie más que a lo que otros dejaron en la sombra y la boca grande del camión que se come su sudor entre los desperdicios. No digo tiempo, no digo sueños, no digo vida, porque esos no se entregan tan fácil, en muchos casos es en esos detalles, esos trastos, que se esconde "la chispa" que impulsa o se contrapone, y que de salvarse, salva, ya lo dijo el poeta.
Verlo y remontarse a la oficina, al cómodo sillón frente a la computadora, al bar y el aire acondicionado funcionando a pleno.
"Es cuando estás en la mala que te das cuenta que todo tiene dueño y de que hay cerraduras en todas las cosas", dice en ese preciso momento socarronamente Bukowski desde un costado, tirado en el suelo, entre un cesto con basura y la calle, y con una botella de vino al lado.
Ver al recolector intentando pasar por la cerradura y lográndolo apenas, a ese costo, todas las noches.
Sin más, la realidad levanta con una sola mano a "la vida verdadera" y la arroja al camión en marcha. Mi escenario de cowboy cae a pedazos con un soplo de humo del caño de escape. La dramática frustración es ahora sólo una pistolita de juguete desechable. Digo que no puede ser que aún existan empleos como ésos, pero ni yo me lo creo, y que deberían ser los mejores pagos, pero todos sabemos que no lo son. Y mis argumentos y quejas se van silbando bajito por la vereda, porque aunque tuvieran algo que decir, comprenden que los mandaría a la mismísima mierda apenas abrieran la boca.
Dibujo: autor desconocido / Fuente: Internet
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