Historia de un libro y una sonrisa




Si tuviera que rescatar uno solo de los libros de mi biblioteca, uno solito (qué catástrofe), no dudaría mucho, ese sería la Divina Comedia del genial Dante Alighieri, para mí el libro de los libros, el gran libro que representa el esfuerzo descomunal de la humanidad por decir, por expresar, por dejar un rastro de luz en el infinito del universo. Pero no lo haría del todo por eso, sino -como la mayoría de mis elecciones- simplemente por mandato del corazón: no sería exagerado decir que amo ese libro, su historia, sus formas, sus matices y definiciones, la mística que lo rodea, sus maravillas y sus tedios, su sabiduría y sus sinrazones -sé que no es perfecto-, los motivos que vienen por detrás, su presente de inagotable abundancia, su futuro que no destiñe y permanece enérgico.

Este libro lo leí y releí en gran parte con la cabeza, o eso creía -porque así se suele arrancar con las obras muy célebres-, pero sutilmente y sin cesar, con sus detalles de magia, y con lo que supe después acerca de su autor y su construcción, se filtró muy hondo, a las raíces mismas del disfrute, la epifanía, la ternura y la ilusión. Lo hice en forma definitiva mi amigo. Lo anexé fuertemente a mi alma.

No sería difícil el rescate. A lo largo del tiempo me he asegurado de contar no con una, sino con varias ediciones, con formato distintos, tapas duras y blandas, distintas traducciones, unos con ilustraciones, otros no, unos en verso, otros en prosa, están los raros y los no tanto, los comentados por escritores conocidos, los comentados por algún desconocido no sin raptos de auténtico brillo, en fin... guarda con creer que en mi biblioteca hay, extrañamente, un "libro repetido". De ninguna manera. Cada "Divina Comedia" es única. Y no sé cual agarraría en la escapada. O tal vez sí... esa grande, de tapas duras, que vino con una página faltante, y a la que suplanté por una copia que hice en computadora y a la que agregué -qué grande- mis propios comentarios. Javier Martínez comentarista de Dante! O sea, salvaría esa, no por el valor de mis comentarios, sino por estar personalizada, hice un poco de imprentero y editor.

Por qué es tan especial este libro... Sumado a lo que dije antes, podría intentar ser más concreto. Afirma Borges -este sí, un gran comentador de la obra del famoso italiano- que Dante concibió su obra maestra -el relato de lo que en apariencia es un sueño que discurre en una travesía por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, acompañado primero por su poeta favorito, luego por Beatriz etérea- sólo, o principalmente, para lograr reencontrarse con ella, la mujer de su vida, a la que amó de lejos (dicen que sin ni siquiera atreverse a hablarle, dicen que sólo habiéndola cruzado una vez, en un puente, dicen que en realidad ella se burló de él y lo desairó), y que luego iba a casarse con un banquero y morir a los veinticuatro años.

En la Divina Comedia, el poeta debe pasar por cada uno de los círculos del Infierno y observar los suplicios de aquellos para los que no queda ninguna esperanza, más adelante sube el monte del Purgatorio y camina junto a los que llevan una penitencia intentando redimirse de sus pecados, y por fin llega al Paraíso, donde lo recibe Beatriz y le dirige dos cosas que conmueven profundamente a Dante y a quienes nos transportamos con Dante: un reto y una sonrisa. Estas mujeres… y sus milagrosos giros, y sus poderosas expresiones, y sus encantadoras volteretas.

En todos los retratos, en todas las pinturas, en todas las estatuas que lo han inmortalizado, Dante aparece enjuto, con su infaltable capucha roja ensombreciéndole el rostro, por lo general coronado con laureles, perfil afilado de nariz ganchuda y un rasgo que resalta entre todos: el vate quizás más celebrado de todos los tiempos, el padre del idioma italiano como lo conocemos ahora, en el lugar de los labios tiene una delgada línea que se curva notoriamente hacia abajo, una señal innegable de severidad y amargura. Me gusta pensar que esto es producto de los grandes equívocos de la solemnidad y sus homenajes, o de los años posteriores a la muerte de Bice, metido en los vaivenes “serios” de la política y el desenfreno*. Aquella vez que Dante descubrió a Beatriz, y aquella otra que la reencontró en un sueño que después se convertiría en la Divina Comedia, estoy seguro que el poeta florentino sonrió con todos los dientes.

"Dante, muerta Beatriz, perdida para siempre Beatriz, jugó con la ficción de encontrarla, para mitigar su tristeza; yo tengo para mí que edificó la triple arquitectura de su poema solo para intercalar ese encuentro”, sostiene Borges sintetizando esto que digo. En el Paraíso, más que la luz de todos los santos que con los el poeta también dialoga, más que la luz de la misma Rosa Eterna que representan la magnificencia y el amor de Dios, es Beatriz la que relumbra. En su visión, Dante tiene enfrente la morada misma del Creador y, sin embargo, no deja de advertir lo hermosa que está Beatriz, cómo su belleza se ilumina cada vez más. En un momento, se ha ido de su lado, la busca y la encuentra en lo alto, lejos, le dirige entonces una plegaria, le da gracias, le encomienda su alma, y Beatriz su vuelve por un instante, le sonríe, y de nuevo fija su mirada para siempre en la luminosa fuente que es Dios.

Esto dice en la Divina Comedia: "Oh mujer, en quien vive entera mi esperanza, y que consentiste por mi bien dejar tus huellas en el mismo Infierno! Si he visto tantas cosas a tu bondad y tu poder lo debo. Tú me diste la gracia y la fuerza que me fueron necesarias. Tú, de esclavo, me has hecho libre por todas las vías y los medios que estuvieron a tu alcance. Conserva en mí tus preciosos dones, para que esta alma mía, que sanaste, sea agradable a tus ojos cuando abandone este cuerpo.

Así oré; y aquella, que tan lejana parecía, se sonrió y me miró, volviéndose después hacia la eterna fuente”.


Recuerdo aquellos versos de José Pedroni que comienzan: "Mujer, nunca me olvido / que me amaste caído".

El encuentro soñado ha finalizado. La visión se desvanece. “Ausente para siempre de Beatriz, solo y quizá humillado, imaginó la escena para imaginar que estaba con ella”, concluye Borges. “Todo esto por esa sonrisa”, podríamos resumir aún más. Comparto totalmente. De allí tal vez mi aprecio especial por este libro: contiene la magnífica y detallada construcción de ese triple mundo, en versos inmortales y gloriosos, en el esfuerzo de un tímido por plasmar un sueño ingente: alcanzar de nuevo a cruzarse con la mujer amada, poder decirle las palabras, y que ésta por una vez se fije en él y le sonría.

La Divina Comedia termina con este verso: “el amor que mueve el Sol y las demás estrellas”. En este cierre interviene una vez más la llave del secreto, que se abre a tantas conjeturas. A que amor se refiere Dante? Al de Dios, que impregna todas las cosas? Al infinito amor divino que lo trasciende? O al amor humano, su amor, finito y esplendente, el que inspiró su visión y su obra, a la que pone ahora punto final? Consecuentemente, creo que Dante dejó que se secara la tinta, cerró la pila de folios, y puso su mano sobre ellos, casi como una caricia. En ese momento de intensa soledad que los escritores bien conocen, tenía la misma sonrisa que aquel día sobre el puente, cuando Beatriz paso sin mirarlo, riendo con sus amigas; la misma que en el sueño cuando compartió con Beatriz el Paraíso y se despertó con lágrimas, sintiendo en el pecho la profundidad de un viaje que fue encuentro y también separación definitiva. La sonrisa de Dante, la que nunca nadie se atrevió a dibujarle.





Tiempo después encontré la hermosa canción de la compositora e intérprete Loreena McKennitt que antecede esta entrada, se trata de una versión subtitulada en español. Creo que también es un hallazgo que arroja aún más valor sobre el punto de vista que hace tan querible a ese libro del que se acumulan varias ediciones en mi biblioteca.

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Notas:

* Ante la muerte de Beatriz:

"...y con todo, damas mías, aunque quisiera,
no sabría deciros bien cuál me encuentro,
tanto me trabaja la acerba vida:
tan envilecida vida
que todos parecen decirme: "Yo te abandono",
viendo mis labios muertos.
Pero cuál yo sea mi dama bien lo sabe,
y aun de ella merced espero".


Dante Alighieri - Vita Nouva


Pinturas y fotografía: Fuente: Internet

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