
O sea, fragmentos que no tienen nada que ver con esa voz cargada de sabiduría y buenas vibras que por lo general vuelca reflexiones donde la luz es protagonista, el corazón deja de ser pordiosero, viste de frac y monta un show, y donde el ying y el yang giran en un equilibrio más o menos armónico. Voz equidistante de pasado y futuro y a la que le gusta acentuar el aquí y remarcar el ahora. Pero que, la sinceridad ante todo, no reconozco como vocera del presente más próximo y cercano. Una cosa es un claro recipiente con unas cuantas verdades disueltas y transparentes; otra cosa es la punzante, indisoluble, verdad a secas, cápsula de misterio, balazo a boca de jarro, la confusa y perfecta marca que queda bajo el vaso. La primera se me hace bebible y certificada, pero insípida. La segunda, gota de lluvia, inatrapable, nutriente, y aún en su impureza, perfumada y sabrosa. A todo esto, no sé qué llegó primero, si la débil metáfora o la mansa lluvia que ha comenzado a caer en este momento sobre la ciudad, y que ésta bebe sedienta abrazándola en sus vapores.
Me acuerdo de esos versos de Antonio Machado: "Tu verdad no; la verdad / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela." Parece que invitara a encontrar una verdad general sobre la particular. Y eso hace dudar. Para mí lo central está en ese "ven conmigo a buscarla" que indica que lo único general, que nos iguala, es la búsqueda, que lo realmente verdadero para todos es el camino y lo que en él podamos compartir unos con otros. La verdad sin camino, sin búsqueda ni vivencia, la ideología, doctrina o teoría sin experiencia, sin exploración, y la verdad sin apertura, aislada, apropiada e inmodificable , sin confrontación ni convivencia, sin meter los pies en el barro de la vida, ni las manos en contacto con otras manos, esa es la verdad que por lo general se reconoce como "tu verdad", una verdad de manifiesto y bolsillo. Un espejito miniatura y complaciente. Esa verdad, "guárdatela", exhorta Machado. Quien, por otra parte pero por el mismo lado, insistía: "La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés" . Podemos vivir toda la vida con una máscara y un conjunto de buenas intenciones. Mientras no hagamos el camino, no nos pongamos en juego, no nos des-cubramos a nosotros mismos... la verdad va a seguir siendo lo que es, aunque le demos mil vueltas, la rotulemos, nos la apropiemos, y la pensemos del revés.
Y dice también Don Antonio (que no por nada es de mis poetas favoritos): "En mi soledad he visto cosas muy claras que no son verdad". Y esto quería expresar con eso de que no siempre lo claro, lo puro y transparente es verdad. Lo cual, a pesar de que es tan cierto como el lugar común de que no todo lo que reluce es oro, no resulta tan fácil de detectar y admitir de buenas a primeras. Y aparece además en la frase la soledad como tónico revelador. No es una contradicción. La soledad -que no es lo mismo que aislarse- resulta indispensable tanto en la búsqueda de la verdad, como en el auténtico encuentro. Siempre estamos solos, en la más profunda verdad y en el amor más profundo. De ahí que haga falta mucho valor, grandeza, aceptación, para permanecer de pie y de frente, no esconderse, y asumirnos. Es la diferencia entre sobrevolar el abismo y ganar el cielo, o perderse en su sombra infinita.

En mi caso, por ahí, no llevo conmigo ni siquiera el relato completo, pero conservo sí algunos fragmentos que, al menos para mí, tienen significado. Son, así, parte de mi historia, es decir... de mi presente. Mantienen estrecha cercanía y los siento verdaderos. Y a lo que iba... muchas veces no son del todo claros, ni puros, ni transparentes. Como todo recorte, dicen mucho más de lo que dicen; son mucho más de lo que parecen. Y a ellos me apego más que a mis voces objetivas, aleccionadoras, reflexivas y acompasadas.
Tratando de cerrar esta reincidencia en la entrada larga (y después hablo de "fragmentos", por Dios, ni que fuera "En busca del tiempo perdido"), quiero en sìntesis decir: ganas de escribir sin tanto justificativo cosas como esta:
Le ando dando vueltas a aquel parque, como a todo...
Vaciar la frase del "donde estuvimos", cortar ahí nomás en "todo", y dejar que en un instante, al leerla, al decirla para mí mismo y para todos, se superponga tu sonrisa una mañana insólita en medio del trajinar de los oficinistas, un par de yogurts o unos helados, unos sandwinchs y una bebida (de eso muy bien no me acuerdo), el césped bajo las palmas de las manos, la cercanía de tu rostro y tu cintura, el sol entre los árboles, en lo alto, y el saciarnos ávidos de todo: del hambre, de los labios, del calor, de las miradas, suspendiendo el tiempo en cada beso, siguiéndonos el brillo con los ojos, poniendo de cabeza los horarios, reemplazando obligaciones por la amistad de los perros vagabundos, y escandalizando a la buena vecina en medio de su compra en el mercado, vos y yo, una mañana, en ese parque...
Todo eso, en esa frase: Le ando dando vueltas a aquel parque, como a todo...
Sin decir ni "físicamente" ni "buscándole un sentido". Sin aclarar nada. Sin separarlo, ni diseccionarlo, ni analizarlo. Dejándolo así, tan poquito, tan cursi, tan rídiculo, tan absurdo y poco convincente y literario, tan presente y efímero, tan patente y confuso, tan particular y general, tan tuyo, tan mío. Del derecho y del revés, tan hermoso, glorioso y resbaladizo. Tan verdad.
Como gota de lluvia en el camino.
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