Prolégomeno mientras se anuncian chaparrones y fragmentos

Tras una temporada a lo Claudio María Domínguez (dicho esto con todo respeto, quién no se quedó viéndolo una noche, sobre todo si la fan rubia al lado prometía para luego una compensación de corazón alegre y cuerpo fluyendo libre de limitantes elásticos y encajes), vuelta al blog con ganas de asentar algunos de esos fragmentos que se quedan a veces atravesados entre el café de la mañana, sacarle fotocopias a un legajo gordo, mirada perdida entre el violenta de las montañas de regreso a la siesta (y ojo que no se cruce un caballo, un perro o un rugbier), nocturno paseo cerca de los acezantes paquidermos de la Terminal y su rutinaria atmósfera cargada de aceites viejos y viajes siempre nuevos, y aterrizaje en la minilibreria en la que se ha transformado sin remedio el cuarto solo (o sea, sin rubia y con boxers planchados y nostálgicos, ante lo cual la sonrisa televisiva del querido Claudio se vuelve insoportable. "Hacete cargo")

O sea, fragmentos que no tienen nada que ver con esa voz cargada de sabiduría y buenas vibras que por lo general vuelca reflexiones donde la luz es protagonista, el corazón deja de ser pordiosero, viste de frac y monta un show, y donde el ying y el yang giran en un equilibrio más o menos armónico. Voz equidistante de pasado y futuro y a la que le gusta acentuar el aquí y remarcar el ahora. Pero que, la sinceridad ante todo, no reconozco como vocera del presente más próximo y cercano. Una cosa es un claro recipiente con unas cuantas verdades disueltas y transparentes; otra cosa es la punzante, indisoluble, verdad a secas, cápsula de misterio, balazo a boca de jarro, la confusa y perfecta marca que queda bajo el vaso. La primera se me hace bebible y certificada, pero insípida. La segunda, gota de lluvia, inatrapable, nutriente, y aún en su impureza, perfumada y sabrosa. A todo esto, no sé qué llegó primero, si la débil metáfora o la mansa lluvia que ha comenzado a caer en este momento sobre la ciudad, y que ésta bebe sedienta abrazándola en sus vapores.

Me acuerdo de esos versos de Antonio Machado: "Tu verdad no; la verdad / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela." Parece que invitara a encontrar una verdad general sobre la particular. Y eso hace dudar. Para mí lo central está en ese "ven conmigo a buscarla" que indica que lo único general, que nos iguala, es la búsqueda, que lo realmente verdadero para todos es el camino y lo que en él podamos compartir unos con otros. La verdad sin camino, sin búsqueda ni vivencia, la ideología, doctrina o teoría sin experiencia, sin exploración, y la verdad sin apertura, aislada, apropiada e inmodificable , sin confrontación ni convivencia, sin meter los pies en el barro de la vida, ni las manos en contacto con otras manos, esa es la verdad que por lo general se reconoce como "tu verdad", una verdad de manifiesto y bolsillo. Un espejito miniatura y complaciente. Esa verdad, "guárdatela", exhorta Machado. Quien, por otra parte pero por el mismo lado, insistía: "La verdad es lo que es, y sigue siendo verdad aunque se piense al revés" . Podemos vivir toda la vida con una máscara y un conjunto de buenas intenciones. Mientras no hagamos el camino, no nos pongamos en juego, no nos des-cubramos a nosotros mismos... la verdad va a seguir siendo lo que es, aunque le demos mil vueltas, la rotulemos, nos la apropiemos, y la pensemos del revés.

Y dice también Don Antonio (que no por nada es de mis poetas favoritos): "En mi soledad he visto cosas muy claras que no son verdad". Y esto quería expresar con eso de que no siempre lo claro, lo puro y transparente es verdad. Lo cual, a pesar de que es tan cierto como el lugar común de que no todo lo que reluce es oro, no resulta tan fácil de detectar y admitir de buenas a primeras. Y aparece además en la frase la soledad como tónico revelador. No es una contradicción. La soledad -que no es lo mismo que aislarse- resulta indispensable tanto en la búsqueda de la verdad, como en el auténtico encuentro. Siempre estamos solos, en la más profunda verdad y en el amor más profundo. De ahí que haga falta mucho valor, grandeza, aceptación, para permanecer de pie y de frente, no esconderse, y asumirnos. Es la diferencia entre sobrevolar el abismo y ganar el cielo, o perderse en su sombra infinita.

"En mi soledad he visto cosas muy claras que no son verdad", vuelvo a esta sentencia de mi apreciado poeta porque si no fuera demasiado pretencioso de mi parte me gustaría anteponerla a los fragmentos a los que aquí hago referencia. Y que, aparte de adscribir a lo que reconozco como verdad, lo hago también al presente más próximo y cercano. Las dos cosas me parecen caras de la misma moneda. Esto como advertencia a cualquier atribución a posibles y simples "memorias", porque lo que en apariencia puede presentarse como un retazo de recuerdo, lejos de quedar en el pasado o ser pasaje hacia atrás, pertenece a la historia. Y lo que considero como historia es siempre presente. Pasado y futuro en realidad no existen. Son simples utopías, que en su origen etimólogico viene a ser como un "no lugar". Si lo único que tiene lugar es el presente, es ahí donde hace pie la historia, y es así porque lo que permanece es más que lo que el tiempo verbal expresa. Queda el relato, sí, pero viven los significados, que se transforman, evolucionan, caminan junto a nosotros, en nosotros. La historia es presente porque esa es su única forma de ser real, de pertenecer a la realidad. En cuanto se trasladó al pasado, dejó de ser.

En mi caso, por ahí, no llevo conmigo ni siquiera el relato completo, pero conservo sí algunos fragmentos que, al menos para mí, tienen significado. Son, así, parte de mi historia, es decir... de mi presente. Mantienen estrecha cercanía y los siento verdaderos. Y a lo que iba... muchas veces no son del todo claros, ni puros, ni transparentes. Como todo recorte, dicen mucho más de lo que dicen; son mucho más de lo que parecen. Y a ellos me apego más que a mis voces objetivas, aleccionadoras, reflexivas y acompasadas.

Tratando de cerrar esta reincidencia en la entrada larga (y después hablo de "fragmentos", por Dios, ni que fuera "En busca del tiempo perdido"), quiero en sìntesis decir: ganas de escribir sin tanto justificativo cosas como esta:

Le ando dando vueltas a aquel parque, como a todo...

Vaciar la frase del "donde estuvimos", cortar ahí nomás en "todo", y dejar que en un instante, al leerla, al decirla para mí mismo y para todos, se superponga tu sonrisa una mañana insólita en medio del trajinar de los oficinistas, un par de yogurts o unos helados, unos sandwinchs y una bebida (de eso muy bien no me acuerdo), el césped bajo las palmas de las manos, la cercanía de tu rostro y tu cintura, el sol entre los árboles, en lo alto, y el saciarnos ávidos de todo: del hambre, de los labios, del calor, de las miradas, suspendiendo el tiempo en cada beso, siguiéndonos el brillo con los ojos, poniendo de cabeza los horarios, reemplazando obligaciones por la amistad de los perros vagabundos, y escandalizando a la buena vecina en medio de su compra en el mercado, vos y yo, una mañana, en ese parque...

Todo eso, en esa frase: Le ando dando vueltas a aquel parque, como a todo...

Sin decir ni "físicamente" ni "buscándole un sentido". Sin aclarar nada. Sin separarlo, ni diseccionarlo, ni analizarlo. Dejándolo así, tan poquito, tan cursi, tan rídiculo, tan absurdo y poco convincente y literario, tan presente y efímero, tan patente y confuso, tan particular y general, tan tuyo, tan mío. Del derecho y del revés, tan hermoso, glorioso y resbaladizo. Tan verdad.

Como gota de lluvia en el camino.

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