Adelante

No hay lugar para arrepentirse de nada. Ni un paso atrás en lo que de corazón has elegido, vivido, hecho. Debes seguir adelante en el camino donde te sentís a gusto con vos mismo, donde te reflejas luminoso, en paz y situado en tu mismo centro.

Porque precisamente cada paso dado en esa dirección es lo que ha posibilitado que hoy resistas, que no te doblegues ante el dolor al enfrentarlo como enemigo, sino que lo integres, lo absorbas, lo hagas parte; que te eleves por encima de la decepción sin frustrarte; que no puedan retenerte las garras de las tristeza sin consuelo, el enojo sin sentido, el demoledor desamor interno, con la misma fuerza que antes.

Es lo que ha posibilitado que la falta de fe en la vida, de sueños que echar a andar, de hermosura que se revela sólo con saber mirar, hablen en un lenguaje de carencia que ahora se te hace inentendible, porque ya todo eso alienta en tu pecho sin justificativo, motiva a tu alma sin necesidad de garantías, se te muestra como secreto evidente sin grandilocuencia y conforma la verdad que valida el trayecto, se abre con entusiasmo hacia el presente y te empuja con decisión serena y alegre adelante.

La chispa que, entre las incesantes horas de tu jornada, por un instante definitivo se enciende, marca una pausa y un salto simultáneos, y pide envolver tu vida de la única forma en que puede hacerse amorosamente: comprendiendo, asumiendo, cambiando, avanzando al encuentro guiado por la satisfacción de la oportunidad de estar vivo y poder todavía experimentar, aprender, amar.

Esa chispa que al principio te sorprende al hacerte consciente de que está contigo y luego parece extraviarse en el río que pasa, la superficie recubierta de minutos imparables, tenés que saber que no se extingue, sigue ahí, en continuo crecimiento si te dejas ser auténticamente. Permanece contigo e irá ganando cada vez más momentos de tu vida. Para ello, tienes el deber y el derecho de no abandonarte a vos mismo.

Es la forma en que esa fuerza actúa: en ningún momento obligándote a a detenerte, a permanecer aferrado a sentimientos, emociones, decisiones que formaron parte alguna vez de tu vida y para los que hoy sos otro, un desconocido, y a los que sólo conseguís amoldarte sometiéndote a los vaivenes de la culpa, el arrepentimiento, el rencor, la detención inconsistente o cualquier otro estado que únicamente puede alterarte y corromperte.

Acaso todo nace de tu aparente ejercicio de la lealtad. No malentiendas la lealtad. Ella sigue a la brisa que rodea al árbol acompañando los movimientos de su copa, el necesario nutrirse de sus raíces, su transitar por distintas estaciones. Es libre en esencia. La lealtad si no es leal en sí misma, es decir, a sí misma, no es. Sé realmente leal. Mantente en movimiento y no te abandones a vos mismo.

Anda hacia delante amplio, generoso, valiente y entusiasta. Resguarda lo que atesoras, pero no arrastres museos de melancolía por lo que fue y se ha perdido, ferias de nostalgia donde se comercia con lo que pudo haber sido; llevá con vos las esencias, que nada pueda reducirlas o coartarlas. Sé libre y, por sobre todas las cosas, lo dicho... no abandones tu aptitud para experimentar, no pierdas ocasión de aprender, no dejes nunca de responder cuando se sientas llamado a amar.

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