La vida a través de una persiana americana

Hay cosas que revelan la edad que uno tiene y que, no obstante, deja que se manifiesten y, más, uno mismo manifiesta porque no acaban sólo en un número sino que revelan alguna experiencia luminosa y permanente. Hay marcas que uno lleva con orgullo. Mi primera cinta (sí, esos casetitos que uno adelantaba y rebobinaba con una lapicera) la compré en Córdoba. O sea, tenía unos diez años y, decidido a sentirme grande, me metí en una disquería (había de esos locales) y empleé todos mis ahorros en comprar canciones de la banda que tanto me gustaba. Me alcanzó para una. El casette contenía el sencillo (el corte de difusión) de Persiana Americana. La banda era Soda Estereo: impactantes, "modernos", un lujo. Y esto lo sabe todo el mundo: al frente de Soda estaba Gustavo Cerati.
Guardé esa cinta con una sola canción, unos cinco minutos, pura potencia, durante muchos años. Mi adolescencia, como la del 99,9 por ciento, en la que se es el obligado "espectador" que va sorprendiendo a la belleza sensual, excitante, de la vida despojándose lentamente de sus ropas, tuvo esa magnífica banda sonora. Y la vida se revelaba intensa, "fuera de foco, inalcanzable", con las canciones de Soda acompañándola, como se revelan ahora mis años cuando cuento esto y acabo de enterarme de que Cerati se fue, nos dejó, trascendió, porque la puta que cuesta decir que alguien como él se murió, si forma parte de lo por siempre joven.
Ahí se queda, ahí se nos queda. Una marca registrada para tantos y tanto. Volveremos a ser jóvenes y a descubrir la vitalidad enmarañada en lo cotidiano cada vez que su música venga a liberarnos. Cada vez que a Cerati se le ocurra recordarnos jóvenes, "irreversibles, y casi intocables". Siendo expectativa, deseo, al borde mismo de la cornisa. Definitivamente, siendo.
Ahí se nos queda. Ahí vas a seguir siendo y siéndonos, querido Gustavo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario