Palabras, palabras, todo palabras...

"- ¿Mi señor, qué estáis leyendo?
- Palabras, palabras, todo palabras...
- ¿Y de qué se trata?
- ¿Entre quiénes?
- Digo, que ¿de qué trata el libro que leéis?
- De calumnias..."

(Hamlet - Willliam Shakeaspeare)




En su aparente delirio, el atomentado príncipe Hamlet llega a la conclusión de que todo se reduce a meras palabras. Desencantado, amargo, no deja de entrever con mucha agudeza que si al final todo queda en palabras no importa tanto el asunto de qué traten, sino entre quiénes se intercambian las mismas. Pienso que, en síntesis, este diálogo de Shakespeare sirve para comprender que en honor de la vida, toda palabra resulta en definitiva una calumnia, una falsa imputación que atribuyéndose el poder de analizarla, de definirla, de roturarla, de juzgarla, esconde nuestra insuficiencia ante la grandeza y la complejidad de lo que se nos presenta. Ser de palabras ("en un principio era el verbo" dice la Biblia), el hombre se convierte en su esclavo cuando olvida que éstas son sólo instrumentos en gran medida bastante toscos frente a la perfección de la que el hombre forma parte; cuando no tiene en cuenta, en definitiva, que la vida tiene mucho más para enseñarle y él mucho más para aprender que lo poco y maleable que cabe en la mente y las palabras.

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