De ciencias ocultas, grandes personas, enseñanzas de vida, misterio y otras yerbas pequeñas

"Ocurre más a menudo de lo que se cree que aquellos que ha visto al Rey de los Cielos a través de los sutiles velos de los sacramentos, son quienes toman luego los oficios más humildes en la Casa de Dios. Por tales signos se distinguen también los Adeptos y los Grandes Maestros de las órdenes secretas, como servi servorum mysterii (siervos al servicio del misterio ¿?, perdón mi latín es malo), de la cohorte de los Neófitos".
ARTHUR EDWARD WAITE (1857 - 1942), maestro ocultista estadounidense, miembro de órdenes secretas, co-creador del tarot Rider-Waite.

Siempre lo he sospechado. Puede tomarse o no al pie de la letra. Una visión menos adepta a una religión determinada reemplazará Rey de los Cielos, sacramentos y Casa de Dios por otras simbologías más afines. El trasfondo místico sigue siendo el mismo. El encuentro con la esencia, la verdad, la iluminación, el refugio y la unión con lo sagrado. Casa de Dios es todo lugar que sentís como tu lugar y el lugar de todos. Y en cuanto a ser siervo al servicio del misterio eso lo entiende cualquiera que experimenta una pasión intensa por lo que hace, porque en toda gran vocación hay un profundo misterio, velos por los que al final nos vamos descubriendo más a nosotros mismos de un modo más inmenso, insondable, en medio de una belleza incitadora y aplastante, del ejercicio de la dicha y el propósito reconocidos como propios, sin apegos y del todo. Para al final comprender que somos aprendices eternos, iniciados, neófitos con múltiples posibilidades de realizarnos y comprendernos a nosotros mismos en lo más hondo.
He aprendido muchísimo de gente sin chapa de "maestros", sin cargos relevantes, sin credenciales de adeptos, sin taburetes de falsas seguridades constituidos sólo de un ego irrefrenable. Creo haber comprendido a través de ellos que cuanto más grande se es (y no hablo de años ni complexión física) más humilde, más al servicio, más dispuestos a no ser el más alto y novedoso escalón, sino el prístino portero e impulsor en clave. He admirado y admiro a todos esos apasionados generosos que se prodigan en su arte sin otra pretensión más que hacer y compartir sus descubrimientos sobre lo que más aman.
Y, por el contrario, he encontrado tanta sinrazón, tanta vanidad cruel e ignorante, tanto estúpido sin sentido en muchos que se aparecen revestidos de prestigios, marcando una pose, adoptando el tono, luciendo medallas, medallitas y medallones, con incontinencia de envidias, habladurías, prejuicios y presunciones. Vacíos con abundante índice y prefacio que pasan directo a la copiosa bibliografía (sin nada de sustancial contenido) y tratan de convertir sus simples pareceres en un irrefutable, de por sí evidente y aleccionador, epílogo.
Ocurre más a menudo de lo que se cree... Andá con cuidado, el alma sensible y alerta. Los maestros suelen pasar insospechados, son los que no llevan cartelitos indicadores, son los que te abren las puertas, los que te alzan en sus hombros, los que te despejan la mirada, los que restauran tus heridas para que puedas seguir andando, los que te ofrecen una sonrisa cómplice cuando atravesas el umbral y las "autoridades" y sus infaltables monaguillos te miran como a un intruso, son los que te dan gratuitamente, sin esperar nada a cambio, una palabra de confianza, un gesto que -acaso inadvertidamente- todo lo cambia.
Porque están al servicio del misterio, y ni se les pasa por la cabeza la locura de ser sus mezquinos apropiadores; porque sienten eso que aman como algo infinito y poderoso, y ni se les ocurre reducirlo al tamaño y la fatuidad de su administración y su persona; de pronto un día comprendés que forman parte del camino por que el que te hiciste parte, por el que pudiste seguir creciendo y te fortaleciste, por el que un día llegaste a la comprensión -en ese, el camino de tu arte- de que el rasgo del verdadero líder es la entrega en un proceso que sin cesar se renueva, es el servir siempre un poco más con alegría y detalle, aunque parezca poco, aunque pase desapercibido, a pesar de las amarguras y contrariedades, y aunque -y tal vez porque- la tarea sea realmente interminable.
¿Si se me ha dado por el Tarot últimamente? No sé, uno anda con curiosidad por todo, y hubo un tiempo en que me disfrazaba con turbante y tiraba las runas vikingas para risa y asombro de mis más cercanos familiares. Con eso tenía bastante. También confieso que ejercí falsamente en épocas adolescentes la lectura de las cartas españolas para conseguir chicas de cualquier nacionalidad y palo valiéndome de mis intuiciones y mi habilidad para crear frases rebuscadas y sentenciosas, aunque siempre terminaba revelándoles la clave para que volvieran con sus novios o consiguieran otro que precisamente no era yo. Servi servorum mysterii. Pelotudelis pocum habilis.
Ah, y hace unos días, una mujer extraña -que algunos aseguran no está del todo en sus cabales- me dijo como al pasar que mi carta es El Mago. Que me fije porque es El Mago. Posta.
Yo soy bastante escéptico para estas cosas ocultas que para mi son ocultas porque no las entiendo ni un pomo. Y me dan un poco de miedo. Como los vampiros y otras películas y cuentos que miro y leo con un sólo ojo.
Pero está bastante claro, ¿no? Nunca se sabe.

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